Más que un estilo, el interiorismo emocional es una forma de entender el interiorismo que rechaza los espacios que, aunque estén impecablemente diseñados y decorados, no nos hacen sentir cómodos. De hecho, el diseño emocional consiste en disfrutar del espacio cuando lo estás viviendo y que su recuerdo se quede contigo. Quieres volver o revivirlo de nuevo. De alguna forma asocias el interiorismo en Albacete con las emociones y el corazón con la mente. Juegas con los cinco sentidos que utilizamos para percibir el mundo: la naturaleza sensorial de los materiales, los olores, las texturas, los sonidos, etc.

Existe incluso una rama de la psicología, llamada psicología ambiental, que estudia cómo podemos beneficiarnos de esta relación. El color, la disposición de los muebles, la elección de los materiales: todos los aspectos del diseño de interiores que determinan el resultado final nos influyen. Por ejemplo, cada color está asociado a una emoción concreta.

Características del diseño emocional

Donald Norman es considerado el padre de este concepto. Él explica que todos pasamos por tres fases antes de amar u odiar algo. La primera reacción instintiva ante un producto o un espacio es la respuesta visceral, que puede generar un deseo irracional que nos empuje a una compra impulsiva. Si además de ser bonito es eficiente y sencillo de usar, nuestra opinión se basa en el placer que nos produce cuando lo usamos o vivimos en él. Esta es la respuesta conductual. Si esta buena experiencia nos hace la vida más fácil y feliz, lo más probable es que la repitamos. Esta es la respuesta reflexiva, que se produce a lo largo del tiempo y es la que genera la fidelidad a la marca o crea el deseo de compra.

Norman pide que dejemos de diseñar cosas prácticas y empecemos a diseñar productos y servicios que sean agradables, que nos aporten placer y diversión, y que nos emocionen porque el objetivo del diseño emocional es hacernos la vida más placentera y hacer que las cosas atractivas funcionen mejor. Si queremos conseguir un diseño emocional en nuestros proyectos, debemos tener en cuenta todos y cada uno de los pasos del proceso, porque si falta algo en la experiencia global, las demás decisiones buenas no servirán para casi nada.

Como vemos, el diseño emocional va más allá de la estética. Es diseñar una experiencia que genere un producto o servicio en las personas. Y, para ello, hay que conseguir el equilibrio adecuado entre estética y eficacia.

¿Cómo se trabaja un espacio desde el punto de vista emocional?

En el diseño de interiores, normalmente se centra en la vista, es decir, en el espacio desde un punto de vista estético, mientras que en el diseño emocional también se tienen en cuenta los demás sentidos.

Tacto: en el diseño emocional se juega con el tacto. Una superficie rugosa invita a extender la mano y tocarla, mientras que una superficie suave o esponjosa ayuda a la relajación.
Oído: genera espacialidad. Podemos aprovechar los sonidos relajantes, como la música suave o el agua que cae de una fuente, mientras que debemos evitar otros sonidos desagradables, como el ruido del tráfico por la contaminación acústica. El diseño emocional crea espacios con intimidad acústica para adaptarse a cada momento.
Olfato: probablemente recuerdes los olores de tu infancia. Eso es porque el sentido del olfato está relacionado con la memoria. Está demostrado que algunos olores, como el del pan o el del café recién hecho, tienen un efecto relajante y transmiten una sensación de hogar. El diseño emocional emplea la aromaterapia y los olores diseñados y asociados a las marcas.
Sabor: tiene mucha experiencia en el diseño de restaurantes, aulas para clases de cocina y mercados de alimentación. Desde tiempos inmemoriales nos reunimos en torno al fuego, a una comida o a un café, para cerrar un negocio o celebrar la firma de un contrato. Son lugares de encuentro donde nos humanizamos. Pero para conseguir que salgamos de casa y renunciemos a la posibilidad de un buen descanso, la oferta debe ser atractiva.