La provincia noroccidental de Idlib, en Siria, es la última área importante bajo control de los rebeldes. En el transcurso de los combates se ha convertido en el hogar de un gran número de personas desplazadas internamente.
A este reclamo rebelde, y al no reconocimiento por parte de la mayoría del pueblo a las autoridades gubernamentales elegidas por la embajada de Estados Unidos, se suma la incidencia de Turquía, la incidencia de la potencia de Rusia, en favor de la soberanía en el territorio.
Para el gobierno sirio, una ofensiva marcaría el clímax de los esfuerzos del presidente Assad para recuperar el control de su país y destruir la oposición organizada a su gobierno.
Las agencias de ayuda y las Naciones Unidas temen que se pueda avecinar una gran catástrofe humanitaria.
Alarmados por la marea de refugiados que había cruzado sus propias fronteras, Turquía buscó con Rusia, Irán y el gobierno sirio establecer un pequeño número de las denominadas «zonas de desescalamiento».